Como un refrán dice “La confianza
da asco” y quizás sea la manera en la que me tratas después de haberte tendido
la mano o quizás la manía que tengo de ayudar a los demás. Me gusta recordar
los días en los que no veíamos como desconocidos, donde no había nada, solo una
especie de cosquilleo en la tripa y unas miradas sinceras. Pero aquí estoy sin
poder verte bien por culpa de ese fino cristal empeñado que nos separa,
desesperada, te busco y yo limpio y limpio el cristal pero tú lo vuelves a
empañar. No creo en los milagros, tampoco creo que cambies ni que volvamos a confiar
en el otro. En lo único que creo es en ti.
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