6. El lago

Me duele la cabeza. Es lo primero que pensé. De pronto pegue un grito de lo mas ridículo, de estos qué esperas que nadie haya podido escucharlo porque si no preferirías morirte allí mismo de vergüenza. Allí estaba la mochila de Jace. Había estado allí. Me puse en pie y ya que estaba le cogí la mochila. Tenía que irme antes de que regresara, ¿Pero cómo me había encontrado? Corrí un poco pero aun me dolía todo el cuerpo; de la caída del otro día o quizás es que aun me dolía solo pensar lo que había estado haciendo Clara y Jace la otra noche. Ignore la respuesta. Hay veces que es mejor no saberlo todo.

Necesitaba descansar de todo esto, necesitaba pensar un rato y necesitaba cama para descansar. Solo habían pasado tres días pero para mí ya era una eternidad. Lo que antes me parecía algo necesario; como encontrar a Ana y escapar de mi vida, ahora me parecía absolutamente innecesario y estúpido. Me pare de repente y sonreí, como hace tiempo que no lo hacía. A mi lado había un pequeño lago, que parecía querer esconderse entre tanto árbol y tantas plantas. Me acerque hasta su orilla y me quede unos minutos contemplando cuando de pronto ¡Pum!

Sentí el agua fría recorrer cada parte de mi cuerpo y casi oí mis pulmones pedir a gritos, oxigeno. Saque la cabeza y como siempre ahí estaba el. Tan perfecto, con el pelo negro alborotado y rebelde, con sus ojos grises clavados en los míos, con su sonrisa que parecía ya formar parte de su boca y con sus ganas locas de comerse el mundo. Y por un minuto (Que quede claro que solo fue un minuto) me alegre de haberle conocido y entonces como si fuera una bomba que se ha activado demasiado tarde, mi corazón, empieza a latir descontrolado. No sé si es por el frio, no sé si es porque se está quitando la camiseta y se está tirando al lago, no sé…. sinceramente si lo sé, pero no lo pienso reconocer de momento. Saca la cabeza del agua y se acerca a mí.

- Menudo susto me has dado, imbécil.

- Yo no soy el que se va de noche y sin dar explicaciones.

- Es que te vi tan ocupado que no quería molestar – Frunció el ceño y suspiro – Pero bueno se acabo, ya me has encontrado… ¿Pero se puede saber cómo cojones me has encontrado?

- Tenias que ver los ronquidos que pegabas anoche ¡Para no encontrarte! – dijo divertido.

- ¡Yo no ronco! Y sinceramente te podías haber ahorrado lo de tirarme al agua.

- Necesitabas un baño.

- ¿Estás diciendo que olía mal? – Le grite enfadada y el ensancho su sonrisa.

- No seas tonta, ven – dijo acercándose más y poniendo sus manos en mí pelo, acariciándomelo.

Sus manos me acariciaron unos segundos más mi pelo y luego siguió por mi mejilla y lentamente como si no quisiera que me enterase, fue bajando sus manos, acariciándome, sintiendo esa electricidad con cada contacto. Al final bajo hasta el final del vestido e igual de lento que antes, me lo levanta, sin pensarlo dos veces, le ayudo, levantando los brazos, hasta que me quedo casi desnuda. Sus brazos me atrapan y me abrazan. Nos quedemos allí, quietos, mojados, mirándonos a los ojos, creyéndonos invencibles por unos segundos y por primera vez desde que nos conocíamos, no dijimos nada, porque aunque le podía haber reprochado lo de Clara, este era uno de esos momentos en los que sobran las palabras.