1.Amigos.

                                                                 Primera parte

         "No sé vivir sin ti, no sé vivir contigo. Cuando reviente todo, seguirás por tu camino."

- ¿Amigos?

- Eh….

- Te noto indecisa ¿Sueles dudar siempre tanto?

- Pues…

- ¿Tienes problemas para expresar lo que sientes? ¿No tienes demasiados amigos?

Me quedo un momento callada y me recuesto en el sillón, mientras pienso esa respuesta que la dejaría cortada y mal, esa respuesta que siempre se te ocurre cuando estas entre las oscuras paredes de tu habitación pero no cuando hay gente.

- Quizás.

- Bien, empezamos a entendernos ¿No eres muy social?

- ¡No, es eso!

- ¿Entonces porque contestas tan rápido? Te has puesto nerviosa.

- ¿No puedes dejar de preguntar ni un solo instante? – replique – o al menos déjame responder.

- ¿Crees que hago muchas preguntas? ¿Crees que no te dejo responder? Porque yo creo que eres tu la que te dedicas a decir monosílabas con todo el mundo y quizás allí este la clave de tu problema.

- Yo no tengo ningún problema, son los demás los que tienen problemas conmigo – refunfuño.

- ¿Quieres hablar de eso?

Miro el reloj cansada e inevitablemente sonrió.

- Es la hora, me voy a clase.

Recojo mi mochila que esta tirada en el suelo, enfrente de la puerta verde clara y me la cuelgo.

- Adiós, Anne– dice sonriendo y se le marcan dos hoyuelos monísimos en las mejillas que volverían a cualquier chico loco – Mañana a la misma hora.

- Adiós, Gina.

Cuando salgo de allí, es como si fuera otra persona. Otra persona con un dolor de cabeza impresionante y una sensación de impotencia difícil de explicar. No sé cómo logra darle vueltas a todo en media hora, ni como mi madre término convenciéndome a que fuera a una sicóloga. Quiero aclarar que yo estoy bien de la cabeza o al menos antes lo estaba. Entro en la clase cinco minutos tarde, aunque nadie se digna a mirarme. Me quedo mirando a mí alrededor como una idiota intentando buscar un sitio donde poder sentarme. Aunque estoy seguro de que ellos no creen que me lo merezco. Al final juntos a las ventanas, de la clase encuentro uno, me siento sin protestar aunque detrás de mí tenga el típico tío rarito que hay en cada clase. El tampoco habla con nadie. Siempre con su capucha puesta y esos auriculares de los que nadie se da cuenta que lleva, pero ahí están puestos, ignorando a todos los de su alrededor. Y en esos momentos a mí también me encantaría tener unos, para no oír como se ríen de mí y hacen burlas con mi ropa, mi pelo negro enredado y mis ojos marrones claro. Es irónico que te rechacen de ese modo, cuando tu eres igual que ellos.

Regreso a mi casa sola, envidiando hasta los últimos adolescentes que salen de eso que llaman instituto. Miro a mí alrededor y voy andando hacia casa. Paso a lado de un grupo de chicas y chicos que se miran unos a los otros preguntándose, si no puedo pasar por la otra acera y me miran como si tuviera alguna enfermedad extraña. Al principio no aguantaba las lágrimas, pero ahora sí. Soy más fuerte de los que ellos piensan. Aunque ahora que lo pienso, según la vecina desconocida del quinto, esto es lo que me hace pagar el destino.